El duelo por interrupción
voluntaria del embarazo es, en muchos casos, invisible para los demás. La
sociedad espera que no haya sufrimiento porque fue una decisión propia. Sin
embargo, el cuerpo, el corazón y la mente cuentan otra historia. Cada mujer —y
cada pareja— transita este proceso desde una vivencia íntima, irrepetible y,
muchas veces, solitaria.
Este tipo de duelo no encaja en
los moldes tradicionales. No hay rituales, no hay despedidas abiertas, no hay
palabras públicas. Solo un vacío interior que duele y que, por no ser
reconocido, se vuelve más difícil de sanar.
¿Qué te enseñaron sobre esta decisión?
Este proceso también es una
invitación a revisar las creencias que has cargado durante años:
📌 ¿Qué te dijeron sobre
el aborto?
📌 ¿Qué emociones te
despiertan hoy esas ideas?
📌 ¿Sigues estando de
acuerdo con ellas?
Muchas mujeres se sienten
obligadas a callar porque “fue su elección”. Este silencio impuesto es una
forma de violencia emocional que impide dar sentido a lo vivido. Se castigan a
sí mismas, creen que no merecen ser acompañadas, y llevan solas un duelo que
las fragmenta por dentro.
Uno de los elementos más importantes para sanar es sentirte escuchada sin juicios. El acompañamiento profesional tanatológico puede ayudarte a comprender lo que estás sintiendo, liberar culpas que no te pertenecen, y encontrar un nuevo sentido para tu historia.
Aunque no hubo un nacimiento, sí
hubo una pérdida. Y tu corazón lo sabe. Reconocer ese vacío y permitirte sentir
es el primer paso hacia la sanación.
Aquí tienes tres formas de
comenzar el camino:
Si estás atravesando este proceso, recuerda esto:
Tu dolor es válido.
Tu experiencia importa.
Y tienes derecho a sanar a tu
propio ritmo, con amor y sin culpa.